Con la llegada de la primavera, fresas y fresones tiñen de color rojo fruterías y mercados. Pertenecen a la familia botánica de las rosáceas, género Fragaria, y existen varias especies y numerosas variedades. Aunque consideremos las fresas como un fruto, en realidad son un engrosamiento del receptáculo floral, es decir, una especie de tallo engrosado en el cual crecen los verdaderos frutos. Los aquenios, palabra técnica de lo que llamamos pepitas o semillas y que encontramos en la piel de las fresas, no son semillas sino el verdadero fruto.

Poco calóricas y ricas en sabor, las fresas tienen numerosos beneficios. Después del agua, su principal componente lo constituyen los hidratos de carbono (con una cantidad moderada, alrededor del 7% de su peso), fundamentalmente fructosa, glucosa y xilitol. Son fuente de vitamina C, con un porcentaje incluso superior al que posee la naranja. Una ración media de fresas, 150 g, contiene 86 mg de vitamina C, mientras que una naranja mediana de 225 g contiene 82 mg. Las fresas contienen diversos ácidos orgánicos, entre los que destacan los ácidos cítrico, málico y oxálico.

Las fresas son una de las frutas con mayor capacidad antioxidante, gracias a su contenido en flavonoides (antocianinas), polifenoles (ácido elágico) y vitamina C. El color característico de la fresa se debe principalmente a las antocianinas.
¿Y qué podemos decir como punto débil? Podríamos hablar de su fragilidad. Las fresas son frutas perecederas, que continúan recogiéndose a mano y no pueden ser amontonadas. Deben lavarse siempre antes del consumo, pero solo aquellas piezas que se vayan a consumir, ya que la humedad puede favorecer la aparición de moho.

Esta primavera, ¡a disfrutar de las fresas! Y para poder disfrutar de ellas durante todo el año, no olvides nuestra deliciosa mermelada artesana.